Arquitecto — Inversor

Invertir y construir

Durante años pensé que una buena formación, buenos proyectos y buenos clientes bastaban para construir estabilidad en esta profesión.
La realidad es mucho más simple: sin una base financiera detrás, todo depende del siguiente encargo… y de variables que no controlas.

He trabajado en estudios grandes y pequeños. En los pequeños, aún prestigiosos y reconocidos internacionalmente, la parte financiera siempre era frágil.
Ingresos irregulares, márgenes ajustados y esa sensación permanente de que cualquier retraso en un pago podía descolocar toda la estructura.

En mi propio estudio lo viví en primera persona:
cuando había proyectos, ganábamos dinero;
cuando no los había, los costes fijos se comían todo lo ganado.
Personal, oficina, licencias, seguros… todo avanza igual, entren o no entren honorarios.

A eso súmale lo típico de la profesión:
– pagos retrasados,
– clientes que deciden que tu trabajo “no merece” pagarse íntegro,
– proyectos que se paralizan sin previo aviso.

Con ese modelo, incluso trabajando bien, la estabilidad nunca está garantizada.

Ahí entendí algo que cambió mi forma de ver la arquitectura:
invertir no es una alternativa; es una forma de poner nuestro conocimiento a trabajar para nosotros.

Porque los arquitectos tenemos algo que vale mucho más de lo que solemos cobrar: CRITERIO.

La capacidad de ver valor donde otros ven problemas.
Saber cómo redistribuir un inmueble obsoleto, cómo iluminarlo, qué demoler, qué conservar, estructura, instalaciones, cómo optimizar metros que nadie sabe utilizar, gestionar al personal, colaborar con los oficios…

Ese conocimiento genera mucho valor económico.
Pero, en la mayoría de casos, ese valor lo captura otro:
el promotor, el comprador, la agencia, cualquiera menos el arquitecto.

Y un día pensé:
si todo este criterio es mío… ¿por qué no aprovecharlo yo antes de que lo aproveche otro?

Invertir fue exactamente eso:
hacer que mi profesión trabajara para mí, y no yo trabajar para ella.

Crear una base estable que no dependa solo de los ciclos del estudio.
Reducir la vulnerabilidad típica de la arquitectura.
Y usar mi formación para transformar inmuebles en activos que generen valor.

No invierto solo por las rentas.
Invierto para capturar el valor que yo mismo genero.
Para tener estabilidad.
Y para que mi trabajo —mi criterio— deje de ser un regalo que otros monetizan mejor que yo.

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