Durante años perseguí el sueño arquitectónico con todo… menos con cabeza.
Monté mi propio estudio en Pekín. Dirigía un equipo de 10 personas. Proyectos grandes y pequeños, de todo tipo, muchas horas, muchas promesas. Pero, siendo sincero: no tenía vida. Y el negocio tampoco iba bien en ocasiones.
Trabajaba sin parar, pero no decidía con criterio. Muchos planos de AutoCAD y poca cuenta de resultados.
Hoy, años después, la foto es otra.
He reducido escala y he multiplicado foco. En vez de perseguir proyectos ajenos, creo mis propias oportunidades. En vez de competir por encargos, transformo activos. Compro, proyecto, construyo y vendo. Pero sobre todo: decido con cabeza de arquitecto… e inversor. Y ese cambio lo ha transformado todo: mi negocio y mi vida.
Porque a veces, para construir mejor, hay que empezar por uno mismo.
